CUARESMA
Fijar la mirada en el otro
La Iglesia durante este tiempo de Cuaresma suele hacer distintas propuestas, para prepararnos a festejar la gran Fiesta de Nuestra Salvación: la Pascua de Jesucristo. La Iglesia, es decir los bautizados en su totalidad, al intentar vivir nuestra fe, crecemos, profundizamos nuestra relación con nuestro Dios-Trinidad y con los demás cristianos, no por nuestro esfuerzo personal, simplemente por la generosidad que tengamos, en acoger la gracia, la vida de Dios que se nos ofrece siempre. Por consiguiente, no somos los mismos, pero seguimos necesitando del amor salvador del Señor.
Es importante recordar que la Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. Durante este tiempo se nos invita a cambiar de vida; a caminar escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes. Se nos invita a vivir como hijos de Dios.
Es un tiempo de perdón y de reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida hemos de arrojar de nuestro corazón el odio, el rencor, los celos, la envidia, la maldad, actitudes que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma aprenderemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús; aprendemos a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
Los tres elementos propios de la Cuaresma, son los mismos que tenían los cristianos de los primeros siglos, no han cambiado, son fundamentales: oración, penitencia y limosna.
La oración, inspirada en la Palabra nos permite profundizar en el amor, que en palabras del Papa, es “el corazón de la vida cristiana”. La Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos, serán la ayuda para renovar nuestra vida de fe, personal y comunitaria.
El Señor es el primer “Otro” en quien debemos fijar nuestra mirada, él a través de su Palabra, nos alimenta, nos ilumina y nos guía. Cuaresma puede ser el momento de un gran encuentro con el Señor que nos renueva y fortalece.
También el amor nos permitirá ser generosos en nuestra privación voluntaria de cosas, con la mirada puesta en los que a nuestro alrededor necesitan tal vez comida, ropa, pero también a veces solamente una mirada, una palabra, un gesto de paciencia, que los escuchemos.
Lo importante es cómo miramos al otro, nunca puede ser alguien que me permite sentirme bueno y generoso. El otro, mi prójimo, cualquiera sea su condición, es un hijo de Dios, igual que yo, aunque lo ignore. Tal vez en mi mirada pueda llegar a descubrir que lo es. El Señor obra a través nuestro, y nunca, por suerte, sabremos el alcance de nuestros gestos y acciones.
En un mundo, una sociedad, marcados por el egoísmo y la indiferencia frente al otro, cosa de la que ninguno estamos libre, deberíamos tomar este tiempo “fuerte” de la vida cristiana para profundizar en lo comunitario. La Cuaresma no es para replegarnos en nosotros, en nuestro pequeño mundo personal, también es tiempo de participar más en encuentros, de oración, litúrgicos, teniendo como meta aumentar nuestra comunión con Dios, crecer en ella junto con nuestros hermanos. Así el celebrar la Pascua, la alegría será verdadera y el fruto de esa celebración, nos beneficiará como personas y también como miembros de la Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo.
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